Cada vez que te veo, te hablo, producís una sensación diferente en mi, siento cosas realmente extrañas, puedo sentir como una especie de amor se forja dentro mio. Pero yo no puedo amar, no,
sweet madness no ama a nadie, ella mata, tortura y escupe a la gente que intenta siquiera relacionarse con ella. Me da mucho miedo esto que sucede, recobre por fin el control sobre la pluma, y resulta que ahora tengo que escribir sobre vos.
Imaginándome en mi mente lo
perfecto que seria torturarte, amarrarte y lentamente cortarte, parte por parte.
Recostarte desnudo sobre mi típica mesa de metal, tu piel erizada por el frío de dicho material esta por sufrir aquello que hace tanto que no hago, uno de mis hobbies.
Tus manos y pies amarradas a cada extremo de la mesa, tu pelo atado que procederé a desatar. Dios, ese pelo, tan hermoso. Largo, ondeado como un mar de sangre luego de la entrada de Abdonius en aquel dormitorio blanco, castaño como mis ojos y perfecto como solo yo lo podía imaginar, debe ser retirado. Dirigiéndome lentamente hacia una vitrina, tome la primer tijera que tenia a mano y con violencia volví a tomar tu cabello y cortarlo, sacarte eso que tanto me gusta. Dejar caer los mechones al suelo fue la sensación mas placentera que había sentido en mucho tiempo; pero sabia que se pondría mejor.
Nuevamente en la vitrina encontré, aun sucia y manchada de alguna victima anterior, las agujas, las cuchillas y el bisturí.
Tomando con decisión este ultimo instrumento me dirigí hasta tu pecho y comencé a cortar. Un centímetro mas al costado derecho de donde se posicionaría tu corazón, ahí la sangre comenzó a fluir. Ver tu expresión de dolor fue hermoso, pero ver en tus ojos esa mirada divagante entre un corazón roto y decepción fue una de las cosas que mas pude atesorar de ese momento.
Comencé a hacer presión con el bisturí sobre tu pecho, mientras bajaba, presionaba y seguía cortando, lentamente, la sangre corría hacia los costados manchando la mesa, lentos sollozos de dolor se escuchaban y podía ver lagrimas corriendo de tus ojos. Al llegar al ombligo paré.
Una pequeña luz de satisfacción se noto en tu sonrisa, pero eso no había terminado, no querido mio.
En la vitrina nuevamente elegí la famosa Daga del amor, la gran Daga del amor.
Fue algo instantáneo, acercarme a tu rostro, darte un ultimo beso antes de perder el brillo de tu mirada para siempre. Dirigiéndome hacia tu estomago, tomé la daga por el mango, ambas manos bien aferradas, intentando no verte a la cara, porque si lo hacia,
sabia que iba a parar, sabia que no podría soportar el dolor de verte sufrir.
Mirando hacia otro lado, un punto lejano de la habitación, presioné. Voltee el rostro, pude verte, tus ojos llorosos miraban hacia el cielo, sangre comenzaba a salir de tu boca, y a los costados del arma blanca.
Me senté a tu lado, viendo como desfallecías y te hundías en un profundo dolor. Cuando por fin me di cuenta de que tu corazón paro, te desate, te tape con una sabana negra y me alejé, lentamente. Cargando, por primera vez, en mi pecho
el dolor de haber matado a alguien.
Por primera vez,
Sweet Madness se arrepintió.
SweetMadness!